Desde la más remota antigüedad existieron sistemas de comunicación a distancia, más o menos perfeccionados, en su mayoría haciendo uso del fuego. Cuando se considera que comienza las telecomunicaciones como sistema organizado es a principios del siglo XIX, cuando a partir de la revolución francesa surge el telégrafo óptico como medio de comunicación de los gobiernos y por lo tanto su propiedad y explotación es estatal. Al desarrollarse el telégrafo eléctrico a mitad del siglo XIX, en aquellos países europeos en que existía el telégrafo óptico muy desarrollado. Cuando en 1876 aparece el teléfono la sociedad tiene satisfechas sus necesidades de comunicación, en Europa se crean compañías privadas que explotaban e instalaban el teléfono, las primeras redes se inauguran en Londres y Paris en 1879, sin embargo cuando se presente conectar entre sí a varias poblaciones para servicios urbanos surgen dificultades, la solución es recurrir al Estado que se haga cargo de las líneas interurbanas. En Hispanoamérica la fecha de inicio de las de comunicación telegráfica y telefónica dependen de las circunstancias políticas de cada país, en general puede decirse que el telégrafo pasó pronto a depender el Estado mientras que el teléfono se mantuvo en régimen de concesión. En muchos casos fueron compañías europeas y norteamericanas o al menos con capitales de esa procedencia, las que explotaron los servicios. También de las mismas nacionalidades fueron las que intervinieron en las Comunicaciones Internacionales con cables submarinos y más tarde con radiotelegrafía.
Con el principio del siglo XX había llegado la radio, su primer ensayo de comunicación es intercontinental y posteriormente su aplicación es importante para la navegación, la radio no compite, al principio, con los otros servicios, y los Estados reglamentan su utilización y conceden licencias para su explotación. Después de la primera guerra mundial y como consecuencia de los desarrollos en Radiotelefonía, para aplicaciones bélicas, especialmente en la aviación de combate, se desarrolla la Radiodifusión, que tampoco compite con las comunicaciones tradicionales y también se explota mediante concesión. Al final de los años veinte y gracias a los Radioaficionados se descubre el fenómeno de la propagación ionos férrica de ciertas ondas electromagnéticas y con ello las grandes posibilidades para las comunicaciones intercontinentales de las llamadas ondas cortas. Para su explotación se crean compañías, que en unos casos son las mismas que explotaban los cables submarinos telegráficos y en otras son competidoras con ellas. Todo ello da lugar a un incremento de tráfico de telegramas, base de las comunicaciones internacionales y se produce una lucha comercial, guerra de tarifas y es representativamente la época más representativa de la competencia en un mercado liberalizado y privatizado.
Durante la II guerra mundial y como consecuencia del desarrollo del RADAR, se consigue generar ondas de menor longitud, las Microondas que permiten grandes anchuras de banda mediante las cuales pueden transmitirse cientos de comunicaciones telefónicas y transmisiones de televisión, pero que ya no se propagan a través de la ionosfera y para aplicarlas a las comunicaciones internacionales es necesario recurrir a cables coaxiales submarinos que se tienden y se explotan ya no por compañías privadas, sino por Consorcios formados por Operadores, PTTs, e inversiones independientes. La consecuencia de un repetidor sumergido en la mitad de la década de los cincuenta fue un inicio de la nueva era de los cables coaxiales submarinos. En 1956 se tendió un cable de 36 canales denominado TAT-1 entre Escocia y Canadá, seguido después por el TAT-2 entre Francia y Canadá. En 1961 se cruza el Atlántico entre Gran Bretaña y Canadá con un cable para 60 circuitos el CANTAT-1
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